jueves, 4 de julio de 2013

Es que mi perro...

Ya sabemos que cada perro tiene su personalidad propia. Esta personalidad viene dada por varios componentes.  La genética determina en medida el perfil del perro, pero el factor más importante a la hora del desarrollo del carácter del perro es su período de socialización. Este periodo  se comprende entre el nacimiento del cachorro y sus tres meses de vida. En las primeras semanas, la madre se encarga de enseñar al perro qué tiene que hacer y cómo, así como qué no tiene que hacer. Durante este período el cachorro aprende habilidades sociales sobre todo mediante la interacción con sus hermanos. El juego es una parte esencial en su aprendizaje. Es importantísimo que el cachorro permanezca junto a su madre y hermanos al menos hasta los dos meses de vida, ya que sin este período de aprendizaje, será una tarea muy difícil que el perro sepa cómo comportarse.


Una de las ventajas de adquirir un perro en un criador especializado es que podemos conocer el desarrollo del cachorro desde su nacimiento y saber si ha pasado el tiempo necesario con su madre y hermanos. Esta ventaja desaparece cuando adquirimos al cachorro en una tienda de animales, en una protectora o simplemente lo recogemos de la calle. En estos casos es nuestra responsabilidad hacer lo posible para que nuestro nuevo compañero tenga un crecimiento y un desarrollo adecuados para que en el futuro no presente problemas de conducta como el miedo o la agresividad.


Bajo el término conducta agresiva se engloban muchos tipos de conductas que solemos “endulzar” porque a nadie nos gusta la etiqueta agresivo. Es un poco bruto jugando, es que no le gustan los machos, es que no le gustan las hembras, es que no le gustan los cachorros, es que no le gustan los niños, es que se pone así cuando hay juguetes de por medio… Todas estas excusas no hacen más que buscar una forma suave de decir que nuestro perro tiene un problema de comportamiento agresivo.


Una conducta agresiva nunca es “culpa” del perro sino responsabilidad del propietario, y detectarla antes de que se convierta en un verdadero problema es fundamental. Una vez detectada se debe hacer lo posible por controlarla. Lo más aconsejable es acudir a un profesional del comportamiento canino en lugar de probar las técnicas que hemos visto en la tele, o que nos han contado en el parque.

Tener un perro sano mental y físicamente es nuestra responsabilidad,  y no debemos buscar culpables en razas, tamaños, etc, sino ser responsables del animal con el que hemos decidido compartir nuestra vida.


Nos quedamos para terminar con una frase de la estupenda educadora canina Helen Phillips que suele decir en sus cursos y seminarios: “Si cuando vas de paseo con tu perro no puedes hablar con tus amigos y controlar a tu perro a la vez, no hables con tus amigos”.

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