Ya sabemos que
cada perro tiene su personalidad propia. Esta personalidad viene dada por
varios componentes. La genética
determina en medida el perfil del perro, pero el factor más importante a la
hora del desarrollo del carácter del perro es su período de socialización. Este
periodo se comprende entre el nacimiento
del cachorro y sus tres meses de vida. En las primeras semanas, la madre se
encarga de enseñar al perro qué tiene que hacer y cómo, así como qué no tiene
que hacer. Durante este período el cachorro aprende habilidades sociales sobre
todo mediante la interacción con sus hermanos. El juego es una parte esencial
en su aprendizaje. Es importantísimo que
el cachorro permanezca junto a su madre y hermanos al menos hasta los dos meses
de vida, ya que sin este período de aprendizaje, será una tarea muy difícil que
el perro sepa cómo comportarse.
Una de las
ventajas de adquirir un perro en un criador especializado es que podemos
conocer el desarrollo del cachorro desde su nacimiento y saber si ha pasado el
tiempo necesario con su madre y hermanos. Esta ventaja desaparece cuando adquirimos
al cachorro en una tienda de animales, en una protectora o simplemente lo
recogemos de la calle. En estos casos es nuestra responsabilidad hacer lo
posible para que nuestro nuevo compañero tenga un crecimiento y un desarrollo
adecuados para que en el futuro no presente problemas de conducta como el miedo
o la agresividad.
Bajo el término conducta agresiva se engloban muchos tipos
de conductas que solemos “endulzar” porque a nadie nos gusta la etiqueta agresivo. Es un poco bruto jugando, es que no le gustan los machos, es que no le
gustan las hembras, es que no le gustan los cachorros, es que no le gustan los
niños, es que se pone así cuando hay juguetes de por medio… Todas estas
excusas no hacen más que buscar una forma suave de decir que nuestro perro
tiene un problema de comportamiento agresivo.
Una conducta
agresiva nunca es “culpa” del perro sino responsabilidad del propietario, y
detectarla antes de que se convierta en un verdadero problema es fundamental. Una
vez detectada se debe hacer lo posible por controlarla. Lo más aconsejable es
acudir a un profesional del comportamiento canino en lugar de probar las
técnicas que hemos visto en la tele, o que nos han contado en el parque.
Tener un perro
sano mental y físicamente es nuestra responsabilidad, y no debemos buscar culpables en razas,
tamaños, etc, sino ser responsables del animal con el que hemos decidido compartir
nuestra vida.
Nos quedamos para
terminar con una frase de la estupenda educadora canina Helen Phillips que suele
decir en sus cursos y seminarios: “Si cuando vas de paseo con tu perro no
puedes hablar con tus amigos y controlar a tu perro a la vez, no hables con tus
amigos”.
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